¿Por qué las aves colisionan con las turbinas eólicas?

Cuando leemos o escuchamos sobre un nuevo caso de colisión entre una ave y una infraestructura humana (tendidos eléctricos, parques eólicos, ventanas de cristal de edificios, vehículos…), desgraciadamente, no nos suena a novedad. Dado el incremento de la instalación de dichas estructuras en el paisaje, tanto las aves como los murciélagos se ven cada vez más afectados por su presencia. En esta entrada quiero centrarme en la problemática coexistencia de las aves –concretamente las aves rapaces– y los parques eólicos, ya que es parte del tema que estoy estudiando actualmente.

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La controversia está servida… (Fuente: windtoons.com)

Es ampliamente conocido que las fuentes de energía renovables, como la energía eólica, presentan muchas ventajas respecto las fuentes de energía fósiles, y que por lo tanto se tiene que avanzar hacia un uso decreciente de las últimas. Pero aunque hacer esto sea claramente beneficioso para el medio ambiente, es necesario tener también en cuenta el impacto que estas infraestructuras pueden tener sobre la biodiversidad y los grupos más vulnerables a estas.

Existen numerosos estudios evaluando el impacto de las centrales eólicas sobre las poblaciones de aves rapaces (uno de los grupos más afectados por estas infraestructuras), y no son precisamente alentadores. La colisión pasa a ser una causa de mortalidad añadida a muchas otras que ya amenazan este grupo de aves. Como decía al principio, no nos sorprende que se den colisiones entre aves y turbinas eólicas. Pero… ¿Os habéis preguntado por qué razón las aves chocan con las turbinas? Teniendo en cuenta que las colisiones se dan a plena luz del día (buena visibilidad) y que las rapaces pueden alcanzar una alta maniobrabilidad en vuelo, a priori uno puede pensar: «¿Es que mientras van planeando no ven, a lo lejos, que se acercan a un «amenazante» parque eólico lleno de turbinas que esquivar a vida o muerte?».

M. Mirinha/STRIX
Una pareja de buitres volando al borde de las aspas de una turbina eólica… ¡Como si nada! (Fuente: M. Mirinha/STRIX)
Una cuestión de anatomía

Pues la respuesta es no: su campo visual no les permite ver los objetos que aparecen delante suyo, en el sentido de la marcha, cuando vuelan. Esto fue lo que pudieron comprobar Graham R. Martin, Steven J. Portugal y Campbell P. Murn con su estudio sobre la vulnerabilidad de los buitres del género Gyps a las colisiones, debido a su campo visual (Visual fields, foraging and collision vulnerability in Gyps vultures, referencia en la bibliografía).

Estos investigadores mesuraron los campos visuales de individuos de buitre leonado (Gyps fulvus) y buitre dorsiblanco africano (Gyps africanus), comprobando que la región binocular de estas especies es pequeña en comparación con otras. Para que os hagáis una idea, su región binocular presenta una anchura máxima de 22º y una altura máxima de 80º, mientras que la de los humanos es de 120º de anchura y 120º de altura. Este reducido campo visual conlleva la existencia de grandes «puntos ciegos» en los buitres, donde no ven nada: su visión no llega encima, debajo y detrás de su cabeza, algo que no se da de modo tan acusado en otras especies de aves. De hecho, el campo visual de las rapaces difiere en su extensión vertical respecto a los campos visuales encontrados en muchos otros grupos de aves (como los ardeidos, las anátidas y los colúmbidos), que presentan un campo visual con mayor altura y, por lo tanto, con menos puntos ciegos. Estas diferencias de campo visual entre especies se explican principalmente por las diferencias en su ecología de forrajeo (búsqueda de alimento).

Puede parecer sorprendente que las aves rapaces, conocidas por su excelente visión y que tanto dependen de la información visual para cazar, presenten este reducido campo visual. Pero, de hecho, es justo ése campo visual el más eficiente para su modo de caza. Si bien es muy eficiente para detectar posibles presas en el lejano espacio que les queda debajo, no lo es para detectar los objetos que puedan aparecer delante suyo, en el sentido de la marcha.

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Campo visual de los buitres cuando forrajean. Naranja: visión monocular; Verde: visión binocular; Azul: sectores ciegos. (Fuente: G. R. Martin, S. J. Portugal & C. P. Murn)

Esto es así porque, cuando las rapaces forrajean (buscan alimento), vuelan con la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo, de modo que su campo visual engloba mejor el espacio que tienen por debajo, viendo así las posibles presas. Es justamente esta inclinación de su cabeza cuando forrajean la que hace que, entonces, su reducido campo visual no abarque el espacio que tienen justo por delante (este espacio sería un punto ciego, donde no ven nada). Aunque pueda parecer poco adaptativo el hecho de no poder ver lo que viene por delante, el gran sector ciego por encima de la horizontal de su campo visual impediría que sus ojos queden directamente expuestos a la luz solar, evitando así la degradación de su retina.

Todo esto se ilustra en la figura de la derecha: en naranja se representa la visión monocular, en verde la visión binocular (muy limitada verticalmente) y en azul los sectores ciegos. El triángulo blanco representa la posición del pico. Así, cuando el buitre mira hacia delante con la cabeza recta, puede ver los objetos que tiene por delante. Pero cuando vuela para cazar, la inclinación de la cabeza para poder buscar presas hace que no vea nada de lo que le viene por delante.

Y es esto, efectivamente, lo que provoca que las aves rapaces no detecten una serie de infraestructuras verticales construidas por el hombre que han ido colonizando su espacio aéreo (antes vacío), como las turbinas eólicas y los tendidos eléctricos, entre otros.

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Un águila real sorteando los cables de una torre de alta tensión (Fuente: Debi Shearwater, http://shearwaterjourneys.blogspot.com.es/)
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(Fuente: ALAMY)

En definitiva, el reducido campo visual de los buitres del género Gyps y la inclinación de su cabeza durante el vuelo se ajustan perfectamente a su ecología de forrajeo (obteniendo una buena cobertura visual del terreno por debajo y evitando el contacto directo de los ojos con la luz solar), pero a la vez los hace extremadamente vulnerables a las colisiones con los objetos dispuestos delante suyo, en el sentido de la marcha (unos objetos antes inexistentes y que, por lo tanto, no tenían que esquivar).

¿Es posible reducir las colisiones?

Por ahora, las turbinas eólicas y otras infraestructuras similares seguirán siendo verticales, y el campo visual y el comportamiento de forrajeo de las rapaces seguirá siendo el mismo, por lo que seguirán produciéndose colisiones entre ambos. Entonces, ¿habría alguna manera de reducir estas colisiones?

Una posibilidad sería intentar que las rapaces no se vean atraídas a forrajear en zonas donde haya turbinas eólicas. Esto se podría conseguir reduciendo la disponibilidad de alimento en estas áreas. Otra opción sería desarrollar o mantener hábitats de forrajeo atractivos que estén lejos de los parques eólicos, por ejemplo instalando estaciones de alimento (también conocidas como «restaurantes de buitres»), en la línea de lo que propone Gilbert et al. en su estudio sobre el papel de los restaurantes de buitres en la reducción de la exposición de los buitres asiáticos al diclofenaco (citado en la bibliografía).

¡Y hasta aquí la primera entrada del blog! Espero que os haya resultado interesante de leer. Hasta la próxima 🙂

Bibliografía:

GILBERT, M., WATSON, R.T., AHMED, S., ASIM, M. y JOHNSON, J.A., 2007. Vulture restaurants and their role in reducing diclofenac exposure in Asian vultures. Bird Conservation International, vol. 17, no. 1, pp. 63-77. ISSN 09592709. DOI 10.1017/S0959270906000621.

MARTIN, G.R., PORTUGAL, S.J. y MURN, C.P., 2012. Visual fields, foraging and collision vulnerability in Gyps vultures. Ibis, vol. 154, no. 3, pp. 626-631. ISSN 00191019. DOI 10.1111/j.1474-919X.2012.01227.x.

 

 


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